De pequeño paseaba la mañana del Corpus, escuchaba de voz en voz como esa mítica frase entre el gentío cofrade calaba por mis oídos impregnándose en mi memoria. "Tres días relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión ", decían aquellas personas. Tres días que para los cristianos nos relucen tanto como la luna en el agua en una noche de verano. Pero, ¿de verdad es así? No lo creo. Si es cierto que para los cofrades el Jueves Santo nos representa un día carismático en la Semana Santa, jornada de las que más masas humanas se acercan a la capital andaluza para ver tanto dicha jornada como Madrugá. No obstante, ¿qué pasa con los otros dos días? Jueves de Corpus Christi es el día festivo que toma la Iglesia para festejar el cuerpo y la sangre de Cristo en presencia de la eucaristía, en recuerdo del Jueves Santo. Y luego el día de la Ascensión del Señor, cuando Jesús se glorifica y asciende los cielos, reino de su padre.
Anteriormente el día del Corpus Christi reflejaba un rebosante abanico de niños de Comunión, familias agolpadas en la tempranía del día, altares cargados de insignias y alegorías en cada una de las esquinas de la ciudad del giraldillo. Aun recuerdo aquel viaje de ilusiones y sueños en el sendero de la vida en el que, cogido de la mano de mis padres, me llevaban a festejar aquel tan maravilloso día. Hoy, unos cuantos años después y ya por mi cuenta, sigo haciéndolo por costumbre y porque me lo inculcaron, aunque siendo francos, porque me encanta. Pero noto que las cosas han cambiado, no existen aquellos fabulosos altares en las calles y por supuesto hay un gran déficit de ellos. Menos padres inculcando esa catequesis que transcurre por la travesías de Sevilla. ¿Estamos perdiendo tradiciones? ¿Las modas y las nuevas generaciones hacen que parezcan aburridas las costumbres de siempre?
Esta pasada mañana de Sacramento de Jesús en la que paseaba junto a mi querida Irene, le decía que me parecía una aberración que se perdiesen nuestras costumbres populares y mucho más que no se enseñara a los niños de hoy en día esta bendita profecía andante. En el brillar de sus ojos marrones observaba perpetuo como en un futuro nuestros hijos nos acompañarían a tal evento, esperando que con más altares y más gente, sin que nos faltara nuestra buena ración de churros para el desayuno.
Artículo: Rafa murillo. @murillochico_2 facebook rafa murillo trujillo



